El afán es un arma de doble filo, tan buena como mala. Es muy buena cuando nos pone en movimiento. Es excelente cuando hace que hagamos todo lo que tenemos que hacer para buscar trabajo con celeridad y eficiencia. El afán hace que hagamos las cosas. Es muy mala cuando se transforma en desespero. Cuando nos mata la moral y nos quita la fe. Cuando se vuelve en pura preocupación y quedamos con una actitud de “hambre”. La lógica es sencilla (cortesía de la abuela): No se preocupe, mejor ocúpese.
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