Julián tiene un amigo que se llama Andrés. Andrés es un ingeniero industrial súper enérgico, siempre está alegre y le encuentra el lado bueno a todo, sin embargo, cada vez que se reúne con Julián, tiene un proyecto nuevo. Esta vez, Andrés llegó a su encuentro emocionadísimo porque tiene un emprendimiento en sus manos, pero cuando Julián le pregunta por el proyecto anterior, Andrés responde: No, lo intenté, pero no lo logré o simplemente cambia el tema, enfocándose en esa nueva idea. Este escenario se repite cada vez que se ven. Esto ha hecho, que Julián piense que su amigo Andrés, a pesar de ser una muy buena persona, sea inconsistente con sus proyectos y los abandone sin siquiera persistir. Pero ¿Qué se interpone en el camino de Andrés que no lo deja lograr sus objetivos? La respuesta es sencilla: sus emociones. Muchas veces, encontramos objetivos claros, medibles e incluso alcanzables, pero al ser a largo plazo, nuestra mente nos juega sucio. Pensamos que nunca los vamos a lograr, que seguramente no nos los hemos planteado de manera correcta, o incluso hay personas que llegan a pensar que no son lo bastante buenos o que no lo merecen. Por lo tanto, desisten rápidamente, sin siquiera insistir lo suficiente. Lo invito a erradicar esos pensamientos, a no dejar que su mente perezosa lo haga desistir de su objetivo. ¿Cómo? Aunque sus objetivos sean grandes, usted puede ser diplomático con su mente y utilizar la técnica de la descomposición. ¿Alguna vez ha tenido un postre tan grande que, si se lo come todo en un solo día, seguro se va a indigestar? Lo mismo pasa con nuestros objetivos, a veces son tan grandes que solo basta en pensar en ellos para no querer hacerlos. Cuando partimos nuestros proyectos en pequeñas tareas, entendemos que la realización de cada una de ellas nos llevará al éxito. Es una travesura sencilla que le jugamos a nuestra mente, le pintamos de manera atractiva lo que queremos y de esta manera, logramos obtener pequeños triunfos, que a la larga, nos ayudarán a seguir insistiendo hasta lograr ese gran objetivo que nos hemos planteado. No pierda el ojo del objetivo, abandone ese niño insolente y perezoso y enfóquese en el trabajo duro y los pequeños triunfos que seguro lo llevarán a eso tan preciado.
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