El pasado 12 de octubre corrí la maratón de Chicago. No había entrenado bien, sin embargo, había visto en los últimos entrenos que podía hacer un buen tiempo. Mi mejor tiempo había sido 3 horas 38 Minutos (3:38) y pensaba que podía hacer 3:30. En el kilómetro 2 (Con 40 kilómetros por correr) me comenzaron a doler las piernas. Confié en Dios y me llene de FE (Yo puedo, así sea gateando llego). Los que me conocen saben que no soy muy religioso, pero en el kilómetro 35 me volví devoto. Ya no podía más, ya mis piernas no daban más… Me encomendé a Dios (eso sí, creo en Dios, ¿Cuál Dios?… ¿Realmente importa?) y le pedí que me llevara a la meta. Me llene de Fe (De la realización que si podía terminar la carrera, que era un pie al frente de otro). Hoy me duele (3 días después cuando escribo esto) hasta el tuétano, pero termine la carrera. Con mucha fe, fe en mí y fe en la ayuda de Dios, me llene de energía para terminar la carrera. Mi tiempo fue 3:28. Termine físicamente tan mal que no me quise tomar foto, pero acá esta la medalla:
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