Cuando éramos pequeños, si alguien nos preguntaba qué queríamos ser cuando grandes, teníamos clara la respuesta: bombero, médico, profesora, etc; infinidad de profesiones que simplemente veíamos y anhelábamos desempeñar y que incluso, dentro de nuestros juegos las interpretábamos. Sin embargo, una vez nos convertimos en adultos, pareciera que olvidáramos, aquello que de niño soñábamos. Hoy en día, es muy raro el caso de aquel que todos lo días se levanta pensando: Me encanta mi trabajo. La mayoría, al contrario, lucha contra el reloj y las cobijas e incluso algunos se deprimen desde el domingo a las 6 p.m., porque deben ir a trabajar al otro día; lo hacen simplemente por recibir una remuneración. Pero… ¿qué diferencia aquellas personas que se levantan con ánimo para ir a trabajar, de aquellas que ni siquiera quieren abrir los ojos? La respuesta es simple: trabajan en lo que les gusta, no en lo que les toca. Cuando trabajamos por un propósito más allá del dinero (sin decir que el salario no es importante), nos esforzamos más, nos involucramos más y nos preocupamos por hacer las cosas lo mejor posible, no consideramos que sea un castigo o una obligación. Nos damos la oportunidad de destacarnos, de convertirnos en intrapreneur (emprendedores al interior de las empresas) o porque no en emprendedores; ¿Quién no quisiera tener la sensación de estar desarrollándose profesionalmente y además ofrecer un excelente servicio a la sociedad? Todo lo anterior, suena maravilloso, pero estoy seguro de que ahora usted se estará preguntando: ¿Cómo puedo descubrir lo que me gusta? ¡Solo usted lo sabe! Sus experiencias y el conocimiento que tiene ya le han dado campo ganado, ahora es cuestión de que salir al mundo a descubrir. No sin antes, tener claros tres parámetros: pasión, talento y servicio; sin ellos, esa exploración sería desordenada y sin sentido.
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